Por Adriana Colchado
@tamalito_rosa
Este fin de semana, lo que debía ser un evento histórico y festivo se convirtió en una tragedia: una mujer murió instantáneamente al intentar tomarse una selfie con la icónica locomotora Empress 2816 conocida como «La Emperatriz». Al acercarse demasiado a las vías, fue golpeada en la nuca por la máquina, un momento capturado en video y que ha dejado una marca indeleble en la conciencia colectiva de México.
En su última columna, Alejandro Gazca había narrado con maestría la expectativa y emoción que rodeaban este evento. La Empress 2816 comenzó su viaje el 24 de abril, atravesando tres países y generando una ola de entusiasmo a su paso. El recorrido por México empezó el 27 de mayo en Laredo, continuando hacia Monterrey el 29 de mayo y San Luis Potosí el 2 de junio, hasta llegar a la Ciudad de México hoy, 4 de junio. Era un momento que muchos querían inmortalizar.
Sin embargo, en una era donde el teléfono celular se ha convertido en una extensión de nuestro brazo, lo que debía ser una ocasión de disfrute y asombro se transformó en una pesadilla. Decenas de personas, armadas con sus celulares, se acercaron demasiado a las vías para obtener la mejor toma, el selfie perfecto, la publicación que generaría más «likes». Esta búsqueda insaciable de la foto perfecta cobró una víctima.
Una mujer, en su afán por conseguir una selfie con «La Emperatriz», se acercó peligrosamente a las vías. Sin medir las dimensiones del tren y sin ninguna advertencia o medida de prevención por parte de las autoridades, se situó a escasos centímetros de la vía. La locomotora, en su imponente paso, la golpeó en la cabeza, causándole la muerte instantánea. Este trágico momento quedó grabado en video, un testimonio eterno de una vida cegada por un asesino silencioso, nuestro smartphone.
Esta tragedia nos obliga a reflexionar sobre la adicción a documentar todo, una adicción que nos ha enseñado la era digital. En lugar de disfrutar el instante, de permitirnos sentir y experimentar, estamos atrapados en la necesidad de grabar, registrar, y publicar. Esta dependencia de las redes sociales y de la constante aprobación virtual nos ha llevado a situaciones extremas, como la de esta mujer cuya vida fue truncada por un selfie.
No podemos pasar por alto la falta de regulaciones y medidas de seguridad en eventos de tal magnitud. ¿Por qué no había restricciones claras? ¿Por qué se permitió que tantas personas, incluidos niños, se acercaran peligrosamente a las vías sin ninguna protección? La responsabilidad recae tanto en las autoridades por no prever los riesgos como en nosotros, los ciudadanos, por nuestra imprudencia.
Es momento de hacer una pausa y reconsiderar nuestras prioridades. La vida es demasiado valiosa como para perderla por una foto. Debemos aprender a vivir el momento, a sentirlo, a disfrutarlo sin la necesidad de documentarlo constantemente. Y no pienso ser hipócrita, yo también le tomo foto a mi comida… pero, sin duda, la tragedia de «La Emperatriz» es un doloroso recordatorio de que -como todo en esta vida- el exceso es malo.
Justo hoy hubiera sido el cumpleaños de la persona que siempre me regañaba por pasar horas en «el telefonito»… pero que amaba hablarle al celular para pedir que le abriera el sudoku. Alguien que de estar aquí, sería el primero en leer esta columna.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
@Tamalito_rosa