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Fernanda Paredes

¿Vencer la idea de la mala madre?

He usado mis columnas de querido diario cuando me superan las emociones, hoy no será una excepción, así que antes que nada buenos días, noches o tardes, tráiganse un cafecito, me van a leer en modo desahogo porque me siento una mala madre.

Esta semana ha sido estresante por temas de chamba y académicos, aunque soy muy feliz de ejercer y de salir a trabajar, reconozco que ha sido muy pesado. Por otro lado, me siento emocionalmente agotada de leer sobre el autismo y la maternidad, hay veces que siento que le hablo al vacío que a nadie le interesa el trabajo que hago y que debería estar en mi casa cuidando a mi criatura.

Estoy consciente de que tengo el privilegio de salir a trabajar sabiendo que mi hijo está bien cuidado por su papá. También fui afortunada de poder dedicarme a maternar 24/7 durante los primeros años de su vida. Agradezco que las decisiones sobre su cuidado se tomen en pareja, porque sé que esta no es la realidad para muchas otras madres. Sin embargo, no puedo evitar sentir que la culpa me consume: No ser cuidadora de tiempo completo ni estar al cien en las cosas de la escuela, de las terapias, de las tareas y convivios de mi criatura me hace sentir profundamente culpable, si no es gripa pa’ que se quite rápido esta internalización de que lo natural es que cuide a mi hijo y no desee nada más para mí. 

Me siento culpable porque mi criatura es de muy alta demanda, está comenzando a comunicar sus necesidades de manera verbal, lo hace muy poco, así que no le puedo preguntar como se siente, me toca averiguarlo con verlo, también tiene conductas muy impredecibles y disruptivas, se está enfrentando a crecer sin adoptar un método de comunicación efectivo, cosa que me preocupa un chingo, siento que no hago lo suficiente para que logré más cosas, esto también me hace sentir mal por presionarlo y no confiar en su proceso. 

Me siento culpable porque a veces pienso en las narrativas de que con esfuerzo madre e hijo lograron que se comunicara verbalmente, pudiera ir a la escuela sin problemas ni reducciones de horario ni rabietas, de verdad a veces me hacen considerar quitarle los carbohidratos para que deje de poner en riesgo su vida o hacer mucho berrinche. También pienso que mi autoridad materna no sirve porque mi criatura se porta mal, de acuerdo, a los talleres y las maestras me falta todo. 

Sé que como mamá no hago todo perfecto y que tengo mucho por mejorar, pero hay ciertas prácticas que simplemente no resuenan conmigo. Restringir grupos de alimentos, obligarlo a permanecer sentado o negarle consuelo cuando está triste, incluso si ha cometido un error, no me parece lo correcto. No se trata de descuidar la rutina o la disciplina, que considero fundamentales, sino de buscar un equilibrio que permita que las cosas fluyan de manera natural y que le enseñe desde el respeto y la empatía, en lugar de imponer de forma rígida. Entonces me vuelvo súper mala madre porque no controlo a mi pequeño, super mala madre porque no se le quitan todas estas conductas explosivas y complicada, obvio es mi culpa, ¿de quién más?

Considero que estas emociones las van a entender las madres en general, pero las madres de hijos con hijos con discapacidad mucho más: tenemos tan interiorizado el sacrificio, dejar y dar todo por los hijos que hacer cosas para una misma suena casi a ser la peor madre del mundo, si tienes una criatura con discapacidad todo debe girar entorno a su cuidado, a veces ni es una decisión consiente solo es lo que toca hacer, ni la pensamos. 

Me siento un poco la gata Flora, con nada estoy a gusto, gracias a las diosas, este fin tengo terapia y le bajo tres rayitas a mi intensidad. En fin, si hacer cosas por nosotras y para nosotras, añadirle más personas a la ecuación del cuidado de nuestros hijos y cuidar de nosotros es ser malas madres, propongo que seamos las peores de todas.

Muchas gracias por leerme, hasta aquí mi entrada atípica.

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