En un mundo donde las narrativas sobre el abuso sexual han sido tradicionalmente dominadas por historias de mujeres, Richard Gadd irrumpe con una propuesta radicalmente distinta: «Baby Reindeer». Imagina escribir, dirigir, producir y protagonizar la historia de tu propio abuso. Este es el reto que asumió Gadd con la serie que está capturando la atención mundial en Netflix, y que, sin duda, remueve emociones profundas y confronta con realidades incómodas.
Basada en hechos reales de la vida del propio Gadd, la serie, aunque ficcionalizada, es cautivadora, perturbadora y emocionante. Nos obliga a mirar de frente los temas de abuso sexual masculino, un tema tabú en nuestra sociedad. Vivimos en un mundo donde se espera que los hombres callen sus emociones, no lloren porque “eso es de niñas” y no pidan ayuda porque “un macho debe poder con todo y aguantar vara”. En un país como México, con una cultura profundamente machista, reconocer que se ha sido víctima de abuso es un acto de vulnerabilidad que pocos se atreven a enfrentar.
La historia de Donny, el protagonista, resuena con fuerza porque refleja la soledad y la confusión que enfrentan muchos hombres al intentar procesar su trauma. Donny fue víctima de abuso recurrente por parte de alguien a quien admiraba, un abuso que lo marcó profundamente y lo llevó a comportamientos autodestructivos, buscando revivir su trauma en una desesperada búsqueda por tomar control de su vida. Este patrón de recreación de la experiencia traumática, aunque contraproducente, es común entre los sobrevivientes de abuso sexual, como bien ilustra la serie.
La relación fallida de Donny con Terry, una psicoterapeuta trans (actriz mexicana), es un espejo de cómo los traumas no procesados pueden sabotear nuestras oportunidades de tener relaciones saludables. Pero quizás lo más impactante de la serie es cómo aborda el acoso que Donny sufre a manos de Martha, una mujer con una aparente condición mental. Este acoso es minimizado y ridiculizado tanto por sus colegas como por las autoridades, evidenciando el sesgo y la falta de seriedad con que se trata la violencia cuando la víctima es un hombre.
La situación en México no es muy diferente. Vivimos en una sociedad donde las instituciones y la cultura machista desvalorizan las experiencias de los hombres, negándoles acceso a la justicia y al apoyo emocional que necesitan. Hace poco en el SAT, me pidieron quitarme un arete de la oreja porque solamente las mujeres podían ingresar con ellos, así como lo oyen.
El caso de Donny refleja una realidad que muchos hombres en nuestro país también enfrentan: el estigma y la deshumanización que vienen con el reconocimiento de su vulnerabilidad. Y eso que esta producción se localiza en Londres, ahora imagínense como estamos en este país.
Me parece muy valiosa y aplaudible el guionismo de Richar Gad porque no retrata a Martha como una villana, sino como una persona con problemas de salud mental, producto de una infancia marcada por la violencia. A pesar de ser su propia acosadora. Esto subraya la importancia de tratar a las personas con empatía y no simplemente rechazarlas o demonizarlas. Las condiciones de salud mental tienen causas complejas y requieren de un apoyo compasivo, algo que muchas veces falta en nuestra sociedad.
«Baby Reindeer» nos recuerda que todos cargamos con traumas y heridas que debemos sanar. No somos responsables de lo que nos ocurrió, pero sí de nuestra sanación. No hacerlo no solo nos afecta a nosotros, sino también a aquellos que amamos. En un país como México, con profundas desigualdades y una cultura que aún estigmatiza la vulnerabilidad masculina, la serie nos ofrece una reflexión urgente y necesaria: es hora de romper el silencio y construir un entorno donde todos, sin importar su género, puedan encontrar apoyo y justicia.
En última instancia, «Bebé Reno» no es solo una serie, es un llamado a abrir los ojos. Nos invita a cuestionar nuestras creencias y a trabajar por una sociedad más equitativa y compasiva, donde la voz de todos sea escuchada y valorada.