Desde que me convertí en mamá adolescente, a mis 21 añitos, me di cuenta de que necesitaba que otras mamás me contaran sus vivencias, sentirme comprendida porque la maternidad es muy solitaria, gracias a las diosas, tengo amigas mamás que me han acompañado muy amorosamente y sin juzgar en las quejas a la maternidad (ojo nos quejamos de la maternidad no de nuestros hijos).
Sin embargo, cuando el autismo llego a mi vida y me sentí el doble de incomprendida y solitaria que cuando fui mamá reciente. Tuve dos terapeutas que respectivamente me sacaron del hoyo en momentos obscuros, ambas me dejaron una tarea que no podía completar: tener amigas con hijos dentro del espectro autista, que vivieran cosas como las que yo vivo. No podía completar la tarea porque aún me encontraba acomodando mis sentimientos ante el diagnostico y la crianza, estaba llena de ocupaciones y preocupaciones que me hacían aislarme un poco.
Además, me deprimía montones cuando mis amigas con hijos neurotípicos compartían anécdotas de su día a día que evidenciaban los hitos regulares del desarrollo de sus hijos: hablaban sobre cómo empezaban a expresar su personalidad, asistían a clases extracurriculares, practicaban deportes o hacían travesuras típicas de su edad. Por otro lado, en esos tiempos de mijo en maternal, cuando conocía otras mamás en las terapias estaban igual de sacadas de onda que yo.
Cuando cruzaba palabra con otras mamás de hijos con autismo las veía tristes o enojadas sin querer socializar, creo que era un reflejo de lo que yo sentía, me sentía desbordada de emociones y con un hijo de alta demanda al cual atender y guiar. Entre más buscaba sobre autismo en grupos de Facebook más me entristecía, muchas personas queriendo “curar” el autismo de sus hijos, contando lo desesperanzadas que estaban y otras queriendo lucrar con productos milagro. Las capacitaciones o talleres para padres me ayudaron mucho pero no tuve la oportunidad de comentar cómo me sentía, considero que algunos lugares no eran tan amigables ni abiertos a las cuidadoras. Traté muy poco de hacerme de un par de amigas en la escuela o en las salas de espera y no pude concretarlo, quien me conoce sabe que soy muy sociable, realmente era yo limitando mi contacto con otras mamás porque me dolía aceptar nuestra maternidad diferente.
En este último año, motivada por mi investigación de la maestría he buscado las historias de otras mamás como yo, he reído y he llorado mucho escuchándolas, me he sentido identificada con todas y cada una de las historias, inmediatamente identifique lo mucho que necesitaba ese grupo en mi vida. El sábado pasado di un taller de escritura catártica para mamás, aún no me repongo emocionalmente, no saben cuánto valoro ese espacio y me alegró mucho que ellas respondieran de manera tan abierta y receptiva.
Hoy con otra visión sobre el autismo y la discapacidad, además de un reciente disfrute de mi vida y mi maternidad pude conocer otras mamás de hijos TEA y abrirme a sus experiencias, sigo sintiendo un sinfín de emociones al reflejarme en ellas, sin embargo; ahora me acerco con mucha curiosidad y ganas de tener un circulo de apoyo entre mamás.
Hasta aquí mi entrada atípica, gracias por leerme y gracias a las mamás que tan generosamente me han regalado un poco de su tiempo.