Por Adriana Colchado
@tamalito_rosa
Surgió de una tragedia, de un feminicidio, pero cambió el futuro de las infancias: la Ley Monzón.
El feminicidio de la abogada y activista Cecilia Monzón, una valiente defensora de mujeres que sufrían violencia conmocionó a todo Puebla, México y España. Como si el feminicidio no fuera suficiente, el agresor de Cecila Javier -ya todos sabemos quién es – “N”, tuvo el descaro de intentar quedarse con la patria potestad de su hijo. ¡Sí, leyeron bien! El mismo hombre que presuntamente le arrebató la vida a su madre quería controlar la vida del niño.
¿Pero por qué los agresores buscan la patria potestad? La respuesta es tan compleja como perturbadora: poder y control. Para ellos, obtener la patria potestad es una forma de seguir dominando y causando dolor. Es un último intento de ejercer su control y de evitar que las víctimas encuentren paz incluso después de la muerte. Y, claro, también es una estrategia para escapar de las consecuencias legales y emocionales de sus actos atroces.
Y es que mientras para unos es ilógico que un menor sea custodiado por un violentado, para otros parece obvio que el infante se quede a cuidado del padre biológico que le sobrevive.
Cuando se debate si un hombre acusado de violencia, abuso o feminicidio hacia la madre sin haberse comprobado nada, debería tener la patria potestad, a menudo surge el argumento de que, como padre biológico, tiene el derecho a velar por el bienestar del niño. Pero la conversación es mucho más compleja que eso. ¿Cómo puede un hombre que dice amar a su hijo causarle uno de los mayores dolores del mundo? ¿Cómo puede alguien que afirma preocuparse por su bienestar ser el responsable de un trauma tan profundo como es ver a su madre agredida o perderla de manera violenta? Un padre que verdaderamente ama a su hijo nunca lo expondría a tal horror, sufrimiento y estigma.
En respuesta a esta realidad, que es más común de lo que se sabe -porque rufianes descarados hay muchos-, el Congreso de Puebla aprobó modificaciones al Código Civil y Penal, suspendiendo o retirando los derechos de patria potestad a los agresores, siempre priorizando el interés superior de la niñez. Esta es la esencia de la Ley Monzón, creada en honor a Cecilia y pensada para proteger a los niños y niñas que quedan vulnerables tras estos actos de violencia.
¿Y qué significa esto para nuestras infancias? Significa protección, justicia y esperanza. Significa que esos pequeños que ya han sufrido la pérdida de una madre no tendrán que enfrentarse a la amenaza de vivir bajo el mismo techo que su agresor. Significa que la ley reconoce su derecho a una vida segura y digna, lejos del control y la violencia.
Hoy, 11 estados de la república han aprobado la Ley Monzón, y eso es motivo de celebración. Pero también es un llamado a la acción. No podemos descansar hasta que cada feminicidio reciba la justicia que merece y cada niño esté protegido. Porque la justicia no es solo una palabra bonita; es una necesidad urgente y real.
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
@Tamalito_rosa