Arrancaron los Juegos Paralímpicos 2024 en París y, sorpresa (o no), el mundo sigue girando como si nada. Mientras que hace unas semanas todos estábamos embriagados de patriotismo, pegados al televisor como si la vida dependiera de cada salto, carrera y clavado, ahora parece que la emoción se ha esfumado.
Durante los Juegos Olímpicos, las redes sociales ardían, el chisme corría como pólvora y hasta la Conade estaba bajo el microscopio por su apoyo mediocre. Pero, ¿y ahora? ¿Dónde quedó ese entusiasmo? Ah, claro, que son los Paralímpicos, y por alguna razón misteriosa, ahí el interés baja a niveles de vergüenza. Es triste, ¿no? Como si la sociedad decidiera colectivamente que el esfuerzo de los para atletas no merece la misma euforia.
Y aquí es donde viene la comparación. No se trata de desmerecer a nuestros atletas olímpicos, quienes también ponen el alma y cuerpo en cada competencia. Ellos merecen todo nuestro reconocimiento. Sin embargo, si revisamos los números, es evidente que los para atletas están llevando la delantera. Mientras que en el medallero histórico de los Juegos Olímpicos, México se sitúa en la posición 44 con 78 medallas en 24 ediciones, nuestros para atletas han logrado, en solo 13 ediciones, 311 medallas, de las cuales 104 son de oro. ¿Qué nos dice esto? Que los para atletas, esos que casi nadie menciona, están poniendo a México en el mapa deportivo de una manera extraordinaria.
Ahora bien, no es que no haya cobertura para los Juegos Paralímpicos, porque sí la hay. Las competencias están disponibles en televisión, y redes sociales, tal como lo estuvieron los Juegos Olímpicos. El problema es que los medios nacionales, los portales digitales y los periódicos no están dándole la misma euforia, entusiasmo y seguimiento a estos juegos, a los horarios de cada competencia o a los atletas. Y no solo los medios: la participación ciudadana y de los opinadores digitales también ha sido tibia. En redes sociales, los para atletas no llegan a ser tendencia más de un par de horas.
Es irónico y, sobre todo, profundamente injusto. Porque estos juegos no solo son una competencia deportiva, son un espejo brutal de nuestra indiferencia hacia las personas con discapacidad. Esos mismos para atletas, que nos dan más medallas de las que podemos contar, representan a una comunidad que día a día se enfrenta a barreras que van más allá de lo físico. Barreras de una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado, que se acuerda de ellos solo cuando es «cool» hablar de inclusión o cuando hay una medalla de oro de por medio.
Mientras escribo esto, México ya tiene tres medallas en los Paralímpicos, y la competencia apenas empieza. ¡Tres! Y todavía podemos esperar muchas más. Pero, ¿dónde están las cámaras? ¿Dónde están los tuits llenos de emojis de banderitas tricolor y corazones? ¿Dónde está esa fiebre de orgullo nacional que tanto presumimos a principios de agosto?
Es hora de hacer una reflexión seria, aunque duela. Porque la visibilidad de los grupos vulnerables no es solo una cuestión de modas, es una necesidad social. Y si no somos capaces de aplaudir, promover y reconocer el esfuerzo de estos deportistas, ¿qué estamos diciendo de nosotros como país?
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema y también con pasas.