@Tamalito_rosa
El pasado fin de semana, el Club América jugó en el estadio Azteca contra el Toluca, y como ya no es novedad, la rivalidad se desbordó en violencia. Un aficionado de las Águilas que celebraba la victoria de su equipo en evidente estado de ebriedad, fue brutalmente agredido por supuestos integrantes de una barra de animación rival, dejándolo bastante machacado y medio encuerado.
¡Ah, el fútbol y los rufianes!
La lista de lapsus violentos en espectáculos deportivos es extensa y en franco crecimiento. ¿Por qué esa necesidad de agredir verbal y físicamente a otros solo porque llevan camiseta de otro color?
Esto no es más que la catarsis de una especie que se rehusa a extinguirse: el machus idiotus. Es el machismo el que grita en las gradas con consignas tapizadas de agresiones. El reflejo de una masculinidad tóxica que ha aprendido a expresarse a través de los puños y de los insultos.
Esto sonará a político en campaña prometiendo canchas nuevas, pero en realidad soy creyente de que «el deporte aleja a las infancias de los vicios»; sí, mantener cuerpo y mente ocupados en la adrenalina del deporte suma a infancias sanas, sin embargo lo que le falta a esa fórmula es educación emocional, es decir enseñarles a jugar con ánimos de compartir, a reconocer el esfuerzo del rival, a lidiar con la frustración, a competir con deportividad, a celebrar victorias con respeto y a perder con dignidad. Tristemente no es así, y muy en especial el fútbol mexicano hace tiempo que ya no es ambiente familiar saludable, pero sí que presente en la mayoría hogares.
Los niños desde pequeños observan atentamente cómo los adultos, en medio de la emoción de un partido, consumen alcohol, maldicen y lanzan objetos hacia la televisión o hacia otro ser humano en el estadio, normalizando así la idea de que el deporte está intrínsecamente ligado a un comportamiento casi cavernícola. ¿qué mensaje les estamos enviando a los y las niñas si permitimos que la violencia se naturalice en el fútbol?
Personalmente, debo admitir que nunca he sentido una gran pasión por ver deportes en la televisión ni de seguir a un equipo. Sin embargo, el ambiente vibrante y emocionante de los eventos en vivo es otra historia. Estar allí, en medio de la multitud, compartiendo alegría y pasión con desconocidos que, a pesar de las diferencias, comparten un mismo amor por el juego, eso es el alma del deporte y lo que se debe instruir a los niño: a celebra los goles, animar al equipo, pero sobre todo, a respetar a los demás. Porque al final del día, el fútbol es solo un juego, pero la violencia es real y no tiene lugar en ningún campo de juego.
Y nomás porque estoy inspirada me voy a echar una porra medio ñoña; ¡chiquiti bum bombit
Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.
Por Adriana Colchado (@Tamalito_rosa)
Soy dulce, rosa y rellena de crema, ironía y un poco de insolencia, opinando sobre lo viral, lo trivial y lo cochino.