DEJANDO HUELLA

Entrevista perronas con gente de pocas pulgas

AULLIDOS POLÍTICOS

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Adriana Colchado

El acoso callejero es una realidad diaria en todos los códigos postales.

Por Adriana Colchado

@tamalito_rosa

Imagina estar en la calle, a plena luz del día, esperando tranquilamente  un autobús en una esquina, cuando de repente sientes un tocamiento lasivo, de un sujeto que te vio ahí y de la nada se sintió con el derecho de tocarte sin tu consentimiento, para luego salir huyendo como cobarde. El giro de la historia es algo que no calculó el agresor y es que todo quedaría documentado gracias a una cámara de seguridad. Y no necesito relatar más para que todos sepan de qué se trata.

El rostro del acosador de Huexotitla es hoy conocido en todo Puebla y México gracias a la enorme indignación y “entripamiento” que causó. Pero la verdad agridulce de esta historia es que de no estar grabada en video, pasaría a ser una historia más de acoso que resultaría en más cuestionamientos hacia la víctima que indignación… ya saben el clásico ¿qué llevaba puesto?, o ¿será verdad o quiere llamar la atención?

Que utopía un mundo donde las mujeres podamos movernos libremente, sin tener que mirar por encima del hombro cada dos segundos. Un mundo donde los espacios públicos sean eso, públicos, y no territorios conquistados por los machos alfa en busca de su próxima presa. 

Pero claro, eso suena demasiado bonito para ser verdad, ¿verdad? Porque la triste realidad es que los espacios supuestamente públicos están más dominados por el miedo que por la libertad. ¿Y por qué? Pues porque los acosadores se sienten dueños y señores de las calles, los parques, el transporte público…  necesitamos un buen baño de realidad para todos esos rufianes que todavía creen que el mundo es su patio de recreo personal. Que entiendan de una vez por todas que no estamos aquí para su entretenimiento ni para su «halago”.  

El videito viral de este violentador callejero nos muestra que no solo necesitamos políticas públicas  que garanticen nuestra seguridad como Iluminación adecuada, cámaras de seguridad y patrullas policiales educadas en razón de género, pues un ataque así nos puede pasar a cualquier hora y hasta en los mejores códigos postales; sino que urgen sanciones severas y tolerancia cero hacia el acoso callejero.

De momento, este rufián llevará en su cara viral el peso de sus acciones… su amigos, familia y conocidos saben lo que hizo y se avergüenzan por ello. Pero NO ES SUFICIENTE. Porque aunque para algunos podría parecer exagerado que pasé tiempo tras las rejas o que se le imponga una multa choncha, del otro lado tenemos a una mujer que nunca más podrá pararse en una parada del camión sin el miedo a que su cuerpo sea tocado. 

Me niego a creer que los hombres salen a la calle en búsqueda descarada de víctimas, – al menos no la gran mayoría, pues habrá sus excepciones- pero si estoy segura de que en cuanto se encuentran con una oportunidad, se convierten en victimarios y se lanzan al ataque como un perro irracional e instintivo. ¿Por qué? ¿Para qué?  ¿Qué ganan? ¿Qué sienten? 

Ejercer ese poder sobre nosotras, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros espacios. Es pura y vil violencia de género. 

Hasta aquí el chisme, lo viral, el tamal con crema… y también con pasas.

@Tamalito_rosa

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