El Río Atoyac, fuente de vida y sustento para muchas comunidades, enfrenta una crisis ambiental que requiere atención urgente. Según Francisco Javier Sánchez Ruiz, investigador de la UPAEP, la recuperación completa de este cuerpo de agua podría tardar hasta 100 años. En sus palabras: «No tenemos el tiempo necesario desde el punto de vista del impacto ambiental para lograr una remediación efectiva en un período de tres, cuatro, o incluso seis años. La contaminación acumulada durante cinco años puede requerir un siglo para revertirse».
Este problema tiene repercusiones directas en la agricultura local. Ernesto Mangas, investigador de la BUAP, destaca la situación en Tecamachalco, un municipio con 22 mil hectáreas destinadas a cultivos, que dependen en parte del agua del Atoyac para el riego. La calidad de esta agua pone en riesgo la producción de alimentos en la región.
Un caso similar se presenta en Izúcar de Matamoros, donde los sembradíos reciben agua del río Nexapa, el cual también se nutre del Atoyac. Sin embargo, el caso más crítico podría ser el de Santa Ana Xalmimilulco, en Huejotzingo, donde la población ha sufrido las consecuencias de la impunidad ante las descargas ilegales de aguas residuales por parte de diversas empresas. En esta área, se han detectado preocupantes niveles de contaminación, incluyendo arsénico, zinc, cadmio y microplásticos.
Un análisis realizado por Sánchez Ruiz y su equipo, apoyado por inteligencia artificial, revela proyecciones alarmantes: en 15 años, hasta el 30% de los habitantes de Xalmimilulco podrían desarrollar leucemia debido a la exposición a estos contaminantes. Las autoridades de todos los niveles están al tanto de esta crítica situación. La urgencia es palpable, especialmente porque la contaminación del Atoyac también está contribuyendo a la disminución de los mantos acuíferos en Puebla. «El agua se está acabando», advierte Mangas.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, se comprometió desde el inicio de su mandato a trabajar en el saneamiento del río Atoyac. Aunque no es la primera gobernante en hacer una promesa de este tipo, su gestión tiene la oportunidad de convertirse en la primera en diseñar y ejecutar un plan integral que realmente aborde los daños causados y detenga la contaminación. Esto incluiría medidas para prohibir las descargas ilegales y controlar los asentamientos urbanos irregulares que contribuyen al problema.
La posible realización de un proyecto de saneamiento del Atoyac podría tener repercusiones tanto positivas como negativas. Por un lado, una recuperación efectiva del río podría restaurar la salud ambiental de la región, mejorando la calidad del agua y la vida de las comunidades locales. Sin embargo, si no se implementa con rigor y transparencia, el proyecto podría convertirse en una mera promesa sin resultados tangibles, perpetuando la crisis y la desconfianza en las autoridades. El saneamiento del río Atoyac es un proyecto ambicioso, pero lamentablemente, es probable que no veamos resultados inmediatos. En cambio, podría ser un regalo para las futuras generaciones, quienes tendrían la oportunidad de disfrutar de un río libre de contaminantes y de comunidades con menos riesgo de enfermedades.