El reciente asesinato de Guadalupe Ojeda Gayosso y su hija de 9 años, ocurrido en el municipio de Xicotepec de Juárez, es un trágico recordatorio de la creciente violencia que afecta a las mujeres en Puebla. Estos casos representan los feminicidios número 52 y 53 de 2024, sumándose a una lista que parece no tener fin. La brutalidad del ataque, perpetrado por un grupo de hombres armados con machetes que ingresó a su hogar, revela una alarmante realidad: la inseguridad y la violencia han permeado nuestras comunidades, afectando incluso a las generaciones más jóvenes.
La tarde del 17 de septiembre, vecinos del área reportaron el incidente alrededor de las 2:00 PM. La casa de Guadalupe, situada frente a la Telesecundaria Vicente Guerrero, se convirtió en el escenario de un horror inimaginable. Además de las víctimas fatales, su hijo de 26 años, Daniel Jerónimo, resultó herido y su estado de salud es delicado. Este ataque no solo le arrebató la vida a una madre y a una niña, sino que también dejó a una familia destrozada y a una comunidad en shock.
Estos horrendos crímenes no son incidentes aislados. En lo que va del año, los feminicidios han aumentado en Puebla, reflejando una tendencia preocupante en la que la violencia de género se manifiesta con una ferocidad alarmante. Las estadísticas revelan un panorama sombrío, donde muchas mujeres viven con miedo, constantemente alertas ante la posibilidad de convertirse en víctimas de agresiones, ya sea en sus hogares, en la calle o en cualquier lugar que deberían considerar seguro.
La violencia no solo se limita a las mujeres. En este caso, la vida de una niña inocente también fue arrebatada. Este hecho nos lleva a reflexionar sobre cómo la violencia en nuestras comunidades ha escalado a niveles que ya no respetan la infancia. Niñas y niños se ven afectados por la inseguridad que permea nuestro entorno, convirtiéndose en víctimas de una realidad que no deberían enfrentar. Cada feminicidio, cada acto de violencia, es un eco de una sociedad que necesita cambiar urgentemente su enfoque hacia la prevención y la protección de los más vulnerables.
Es fundamental que como sociedad tomemos conciencia de esta crisis. La seguridad de las mujeres debe ser una prioridad en la agenda pública, y es imperativo que se implementen políticas efectivas para prevenir y sancionar la violencia de género. La educación, la sensibilización y el apoyo a las víctimas son pasos esenciales hacia la construcción de un entorno más seguro para todos.
El caso de Guadalupe y su hija es un llamado a la acción. Debemos exigir justicia, pero también trabajar para que estas tragedias no se repitan. La violencia que hemos normalizado en nuestras comunidades debe ser erradicada, y es responsabilidad de cada uno de nosotros contribuir a un cambio que proteja y valore la vida de todas las personas, sin excepción. La lucha contra el feminicidio y la violencia debe ser colectiva, y cada voz cuenta en esta importante causa.